con Elizabeth Mehr
«¡Ay Dios! ¡Ay Dios! ¡Voy a llegar tarde!».
«Si conocieras el tiempo tan bien como yo, no hablarías de perderlo»
“¡Llego tarde!”, “¡llego tarde!”, “¡no hay tiempo!”
Siempre con un reloj que mira en todo momento y agobiado por el tiempo, este entrañable personaje de “Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas” es la mejor personificación de un tiempo veloz y desatinado.
Si bien ninguno de nosotros queremos vivir como este quisquilloso y acelerado conejo; sí tenemos algo bueno que aprenderle: la importancia del tiempo… y yo diría todavía mejor: la importancia del momento.
Tomar conciencia del ritmo vertiginoso diario que tenemos.
El consumo al que estamos todo el tiempo expuestos.
No hay tiempo para parar, para nosotros mismos, para conectar con Dios o La Fuente o El universo (como tú quieras llamarlo).
¿Qué pasa cuando no tenemos «lo que queremos» ya! ¿Qué hacemos con esa frustración?
¿Qué pasa cuando no cumplimos el modelo social?
¿Qué pasa cuando socialmente no está aprobado lo que queremos hacer?
¿Cómo cambiar de paradigma para apreciar el presente, lo que tenemos, volver a la paciencia?
Hoy conversamos de este primer paso en el camino de nuestro propio bienestar.
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