Esta es la clásica pregunta de Rai que hace cada cierto tiempo:
“Si tuviesen que elegir un plato para comerlo el resto de la vida, ¿cuál sería?”
Pero querer comer de lo mismo hasta el fin de los días, ¿la convierte en tu comida favorita?
La que nunca te cansas de comer, ¿podrías comerla for ever and ever?
Mi plato favorito es el arroz con huevo y ojalá con ensalada de tomate al lado. Eso sí que tiene que ser con el buen tomate.
El tomate de verdad.
Ese recién cosechado que te comes a mordiscos y con sal.
¿Podría comer eso de por vida?
¡De ninguna manera!
Con lo que me gusta él tomate, no creo poder evitar una úlcera en el camino.
Mis platos preferidos no son tanto las preparaciones sino con quién se comparte.
El tomate por ejemplo, me trae puros buenos recuerdos. Por simples que sean, como esa vez que Ricardo y yo paramos a la orilla del camino a comprar tomates. No nos aguantamos y nos fuimos comiendo uno el resto del viaje.
El repollo aliñado con muuuuuuucho limón cómo no va a ser una de mis comidas preferidas si me acuerdo de mis tres hijos.
Tantas otras recetas que me evocan el recuerdo de mi papá…de mi mamá…de mi abuela… de las amigas que están lejos… de tantas personas que han pasado y marcado mi vida.
Una cena con amigos, las comidas familiares o aquel plato que probaste en un viaje brotan de repente como instantes inolvidables, porque los recuerdos también se forman según el contexto que los refuerza, en este caso, por la compañía, el lugar o los sentimientos que nos hizo experimentar la comida en un preciso momento.
En la creación de la memoria, toman parte los cinco sentidos, pero los más potentes son el gusto y el olfato.
Estos tienden a crear fuertes vínculos con los recuerdos y las emociones porque se trata de memorias asociativas, un tipo de memoria que almacena información por asociación con otras informaciones.
Así, un plato tradicional como un cocido te puede recordar a la cocina de tu casa, que instintivamente relacionamos con un lugar en el que disfrutar.
Se pueden ver las conexiones entre la cocina, los recuerdos y la familia en películas como Ratatouille (2007), donde el rígido crítico Anton Ego regresa inmediatamente a su tierna infancia cuando prueba el plato que ha sido preparado especialmente para él.
Esa es mi comida preferida…el de los recuerdos lindos.
¿Y el tuyo?