Las selvas y los bosques son los pulmones del planeta, pero también en estos territorios se encuentran las farmacias y «boticas» (como alguna vez fueron llamadas) que sirven como los más antiguos lugares con remedios para curar enfermedades.
En la antigua Grecia, los jardines medicinales griegos se instalaban junto a los templos dedicados al culto de Asclepio que hacían la función de santuario y hospital.
Durante la Edad Media se desarrollaron en el entorno de los monasterios. Estos primitivos huertos culinarios, que incluían las llamadas malas hierbas del jardín, reunían todo tipo de plantas con propiedades medicinales, desde las más elementales en la medicina druídica, como el tomillo, la salvia, el toronjil, etc., hasta otras más sofisticadas.
Los sacerdotes, encargados del cultivo y recolección de las plantas consideradas sagradas por sus efectos terapéuticos, elaboraban medicamentos sencillos, ungüentos y emplastes.
El uso de hierbas curativas es más antiguo que la propia medicina. Muchos de los componentes que contienen las medicinas modernas han sido obtenidos en gran medida de plantas, las cuales se han ganado el merecido título de plantas medicinales por sus propiedades curativas que han sido totalmente comprobadas.
En el último tiempo, nos hemos encontrado mucho más en nuestras casas y poco a poco hemos comenzado a tomarle más valor a la naturaleza y todo lo que viene relacionado a ella.
Cultivar la tierra y observar el ciclo de crecimiento de las plantas es una forma de relajarte y de evitar el estrés del día a día, además está científicamente comprobado que estar en contacto directo con la tierra, hace que nuestro cerebro secrete serotonina, que es un neurotransmisor relacionado a la sensación de bienestar y felicidad.
El pensar en juntar huerto y medicina parecía extraño hace unos cuantos años atrás, nos acostumbramos a sanar nuestras dolencias con píldoras y jarabes artificiales con nombres complicados y colores llamativos e incluso, muchas veces se descarta la idea de que una planta o un té pudiera curarnos.
Hoy en día nuestra generación ha perdido la sabiduría que nuestras madres y abuelas todavía conservan sobre remedios naturales. Yo recuerdo que mi madre cuando teníamos tos nos hacía hacer inhalaciones de hojas y coquitos de eucalipto y luego nos forraba el pecho con algodón, o agüita de manzanilla para el dolor de barriga.
Un huerto medicinal, o una botica en el jardín como nos gusta llamarlo, es aquel que busca ese equilibrio y se siembran plantas con el propósito tanto de alimentación como el de sanación, estas plantas pueden ser desde hortalizas hasta aromáticas, pues todas y cada una de ellas aportan propiedades a nuestro sistema.
La albahaca, romero, tomillo, orégano, menta, hierbabuena y lavanda por ejemplo, nos aportan una gran cantidad de beneficios y nos ayudan a mantenernos sanos de pies a cabeza, pues con ellas sanamos desde un dolor muscular, molestias respiratorias, gástricas, problemas de ansiedad, hasta afectaciones en mucosas y piel.
Es por esto que hoy, junto a nuestra invitada Rosario Nieto de @huertosyhierbas queremos hablarles de los beneficios que tiene cultivar nuestras propias plantas medicinales y alimentos, tanto a nivel personal, familiar, social y medioambiental. Empecemos a construir nuestra propia botica en el jardín.