con Elizabeth Mehr
Elizabeth Mehr
El poder de la palabra es tremendo.
Aunque muchas personas digan que una imagen puede valer más, y en ciertos casos es verdad, no hay que olvidar que cuanto sale de nuestra boca tiene un valor.
Así, lo más pequeño e insignificante puede hacer un gran daño, dependiendo cuáles sean las circunstancias de la comunicación.
La fuerza de las palabras es tal, que no son necesarias demasiadas para causar una profunda alegría o una honda tristeza. Muchas veces basta una frase que valide una emoción que sentimos o un párrafo corto que ataque nuestro punto más débil.
«La palabra una vez hablada, vuela y no torna.»
Horacio
Luis Liévano Quimbay dice que “hay palabritas, palabrejas y palabrotas, palabras ingenuas y palabras estúpidas, palabras que no y palabras que sí. Hay unas que vuelan de boca en boca y pasan como monedas de mano en mano y se desgastan y desdibujan. Hay muchas que viven en la punta de la lengua y muchos que viven a punta de lengua…Y es que nuestras palabras nos reflejan, nos traducen, a veces nos traicionan y nos comprometen. Somos lo que decimos, cada palabra que expresamos es pedacito de ese espejo resquebrajado que todo junto nos deja ver lo que realmente somos”.
La fuerza de las palabras se manifiesta por doquier, de múltiples maneras, en las más variadas circunstancias y nos ha sido dada para interrelacionarnos, pero también para marcar distancias, para el elogio y también para la diatriba, para amar y también para odiar. Nada más cierto el aserto de que «la lengua habla de lo que abunda en el corazón.»
El poder de la palabra: lo que nos decimos a nosotros mismos
Un aspecto importante que debemos tener en cuenta es el diálogo interno. En este sentido, también debemos cuidar de esas palabras que nos decimos, pues terminan ejerciendo un poder sobre nosotros mismos.
«Existe un lenguaje que va más allá de las palabras»
Paulo Coelho
Cuando hablamos con nosotros mismos elegimos unas palabras determinadas y no otras, y nos decimos una serie de cosas concretas.
En este caso, no solemos reconocer la importancia de las palabras y el efecto que su uso puede generar en nosotros.
«Una palabra hiere más profundamente que una espada.«
Robert Burton
La palabra tiene un enorme poder.
La palabra puede ser fuente de belleza, de poesía, de creación, de amor, de vida, de alimento para el alma, de positivismo…
Si tú no te dedicas palabras bonitas nadie lo hará.
Porque tal y como te ves, así te verán los demás. Hemos aprendido a dedicarles estas palabras a los demás, pero ¿qué pasa con nosotros?
Parece que no sabemos darnos el valor que merecemos, nos ponemos en un segundo lugar y esto provoca numerosos problemas. Es entonces cuando los “soy incapaz” o “no puedo” se hacen eco en nuestra vida llegando a ser una realidad.
«Puedes acariciar a la gente con palabras.«
Francis Scott Fitzgerald
Promesas, pactos y juramentos.
Cuando se pronuncia una promesa se vuelca mucha energía e intención.
Se produce entonces un vínculo entre dos personas ante una situación especial y excepcional como un nacimiento, una boda, accidentes, compromisos, etc. Las promesas suelen incluir palabras como “siempre” y “nunca”, de forma que se genera un contrato no escrito que vincula por siempre esa energía. Algunos ejemplos de promesas son
- Siempre estaré contigo
- Nunca te abandonaré
- No volveré a hacerte esto
- No lo volveré a hacer
- Voy a cambiar
- Te amaré siempre
- No te traicionaré
- Puedes confiar en mí
Cuando se pronuncian estas palabras y se genera el vínculo, se crea un contrato que, de romperse, produce un sentimiento de traición en la persona que ha recibido la promesa y un sentimiento de culpa en la persona que la pronunció.
Por ejemplo si yo te digo “siempre voy a estar contigo” y, durante un accidente, me encuentro fuera de la ciudad. Se producirá en tu interior el sentimiento de traición, soledad y abandono; pero también yo sentiré una gran culpa por no haber estado presente.
El juramento es una promesa
«Te juro por mi madre”, “te juro por mi familia”, “te juro por dios”, etc.
El juramento además de generar un vínculo entre las dos personas, lo genera con la tercera entidad. Es decir, si rompo el juramento,me sentiré también en deuda con el testigo del mismo.
Hay mucha gente que siente un gran peso en su corazón porque está en deuda con su hijo, su madre o Dios debido a un juramento incumplido.
La ruptura de promesas, pactos y juramentos es muy común en el trabajo con la terapia regresiva nos dice Elizabeth Mehr quien se dedica a esto.
El lado oscuro de la palabra
Como todo en este mundo, hay un lado oscuro de la palabra que la retuerce y la oprime, la grita y la estrangula.
Por desgracia, cada día parecen haber más voces que intentan que su mensaje quede por encima del resto, elevando el tono o la gravedad de las acciones con las que intentan respaldarlo. Atacando a los demás, pensando que la validez de su mensaje les confiere el resguardo moral necesario para sesgar las vidas de quienes se oponen o permanecen indiferente al mismo.
La responsabilidad con la que ejerzamos y disfrutemos del poder de la palabra es nuestra.
Utilizarla para crear construir, compartir, acariciar o abrazar en vez de para agredir, atacar o destruir, en el fondo, es nuestra decisión. Tanto practicarlo como censurarlo.
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